sábado, 23 de agosto de 2008

Un Enganche De Oro


Feliz. Risueño (sí, risueño). Emocionado. Agradecido. Juan Román Riquelme se debía una gran alegría como ésta con la Selección. Una de esas alegrías que solía darse de chico, con los Sub y que esta vez disfrutó como capitán y gran referente de este grupo. No se le dio en el Mundial 2006. Pero tuvo su revancha en este torneo. Seguramente intuyó que lo mejor estaba por venir después del histórico 3-0 a Brasil. Y empezó a colgarse la medalla después del gol de Di María (él colaboró haciendo rebotar la pelota en un nigeriano y así nació la contra), que lo puso a hacer lo que más sabe: tener la pelota, manejarla, distribuirla, marcarle el destino a cada segundo hasta el pitazo final y el festejo infinito.

Fue un festejo especial para Román, que, ya estrella en el Boca de Bianchi, daba algunas muestras de ese espíritu romántico que aún conservan los Juegos. Eran tiempos en los que su equipo jugaba a dos puntas, torneo y Libertadores, y el técnico solía reservar a sus mejores hombres para las batallas de entresemana. No era extraño, entonces, ver sentados al lado del túnel a varios de los titulares coperos viendo cómo el resto del grupo aguantaba los trapos. Pero el 10 nunca estaba. ¿La razón? Todavía seguía jugando junto a sus amigos en las canchas de tierra de su barrio. Tenía la complicidad del entrenador, que a cambio le exigía todo y más. Ya crecidito e hiperprofesional, Román guarda aun hoy aquella personalidad, y eso lo que lo llevó a anunciar que quería jugar el torneo. Y el Checho lo hizo titular y capitán.

No fue, quizá, el campeonato más brillante del 10, que tuvo su mejor actuación en el debut con una asistencia larga distancia a Messi y participación en el 2-1 decisivo. Pero a pesar de eso fue el estratega de siempre y el autor intelectual del juego del equipo compartiendo cartel con el ejecutor estrella, Lionel. Siempre con su sello inconfundible.

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